sábado, 29 de septiembre de 2012

Por si nos encuentran demasiado tarde (V)

Mientras nos manteníamos ocultos, las motos aminoraron a medida que se acercaban a nuestra posición hasta que se detuvieron totalmente. Ninguno de los que estábamos escondidos alcanzaba a ver algo debido a la posición que manteníamos. Por mi parte agudicé el oído cuando todas las motos detuvieron su marcha.

- ¿Quién eres? -dijo el que parecía ser un hombre de unos cuarenta años, aproximé debido a la voz grave-.
Me llamo Paco.
¿De dónde has salido? -Preguntó la misma voz-.
He venido en un coche. El lugar donde me escondía fue atacado por esos seres, y ahora no sé donde refugiarme -me percaté del esperado singular en el sujeto de a oración-.
¿Estabas muy lejos? -otra vez la misma voz, pensé, esto es raro-.
No demasiado.
¿Cuánto es no demasiado?- dijo esa voz casi gritando-.
Unos diez kilómetros. ¿Por qué?
¿Hace cuánto tiempo?
No sé...
¡No sé, no! ¡¿Cuánto?!
Unas dos horas.
Pues no tenemos mucho tiempo, dile a tus amigos que salgan y seguidnos. -dijo una voz femenina de unos treinta años de forma autoritaria-.
¿Pero cómo?..
Iréis en vuestro coche, si no podéis seguirnos no pararemos más. Tenéis tres minutos a partir de ya para prepararos.

Salí de mi escondite y tras mí lo hicieron el resto. Saludé con la mano sin decir nada y me puse de cara a la pared que separaba el complejo en el que planeábamos escondernos de la calle. Los nervios se iban disipando en forma de líquido mientras intentaba que no salpicara en mis zapatillas. Sería complicado comprar otras en un tiempo. Cuando estuvo todo en su sitio, me di la vuelta y me fijé en cada uno de los moteros. Iban todos bien tapados y con cascos integrales, que no permitían adivinar prácticamente los rasgos de los pilotos. Deduje, a bulto ( y nunca mejor dicho) que dos de los moteros eran mujeres. Menudas y de cuerpo estrecho parecían mujeres.

Subimos al coche y perseguimos a las motos, que pasaban en algunos lugares fácilmente entre los objetos abandonados en la vía. Nadie dijo nada y tan solo yo le dí una palmada en la espalda a Paco, que fue suficiente para que percatara de que aprobaba su iniciativa. En el coche hacía frío y en verdad ya estábamos cerca de Navidad.

Sorteamos durante unos kilómetros las pocas dificultades que la carretera de la costa ofrecía, paralela a la orilla del mar hasta que una vez fuera de la zona de casas giramos colina arriba en una zona en la que antaño habían vivido gentes de bien. Las calles no eran muy grandes pero las casas tenían una alta verja y dentro las casas parecían robustas y grandes. Todas las ventanas tenían rejas, lo cual, a día de hoy, parecía ser indispensable. Subimos hacia el final de la calle, en lo alto de la colina y las motos frenaron. Una de ellas se dirigió hacia nosotros y se detuvo a la altura de la ventanilla del conductor.

-Cualquiera de estas cuatro casas pintadas de amarillo os servirá para pasar la noche. Gracias a las motos, bueno, a los vehículos estamos a unas diez horas de que lleguen los zombies. Tenedlo todo preparado, nos acercamos hacia otros pueblos y no sabemos la situación allí. Quizá lleguen antes de lo esperado. Sería bueno si pudierais conseguir motos u otros coches en otras salidas, por si bloquearan el acceso a vuestro trasto. Dormid lo que podáis y coged comida si hay en las casas.
Tras la disertación de la voz femenina ninguno de nosotros dijo nada. Sus frases fueron tan directas y claras que prácticamente no pudimos entablar conversación, pero pregunté:

-¿Cómo te llamas?
Eso da igual ahora. Mañana al amanecer estaremos aquí. Estad preparados.
¿Vosotros donde vais?
A nuestro refugio. No cabemos todos y no os queremos por allí, de momento. Escuchad, ya me la juego delante de mis compañeros por vosotros. A nosotros estos métodos nos van bien. Podéis quedaros o hacer lo que os de la gana, pero personalmente creo que si somos más nos podremos defender mejor y quién sabe, establecer un perímetro en algún sitio.
Vale, vale. Mañana estaremos listos.

Aparcamos el coche en la misma puerta de la casa que elegimos en una esquina, que daba acceso a tres calles diferentes. En su interior encontramos unas latas de atún y unas albóndigas de bote no demasiado prometedoras. Había camas de sobra en la casa de verano de alguien sin duda más rico que todos nosotros juntos, pero debido a las rejas de la ventana, escogimos dormir todos en el primer piso. Javier encontró una moto y la dejó en la puerta peatonal de la casa. No pudimos arrancar más coches antes del anochecer pero Cristian pudo rellenar el depósito de nuestro cuatro por cuatro con gasolina de otros coches.

Terminamos todas las tareas que nos repartimos casi sin hablar y al finalizar nos fuimos sentando en los sofás de la casa y nos dispusimos a cenar. 

Estoy muy cansado, transcribiré mañana la conversación de la cena. Al menos, espero poder hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar esta entrada? Adelante, pero... ¡cuidado, muerto viviente! Usa un lenguaje adecuado y sé respetuoso con el resto de zombies. De lo contrario, el comentario será eliminado. ¡Gracias por visitarnos!