Divisé un coche grande y robusto avanzando lentamente por la avenida en
dirección contraria, un cuatro por cuatro negro que esquivaba los objetos
abandonados en la vía justo en el momento en el que una mano tiró de mí, fuerte
y sin vacilación. Era Javier que me arrastró a la puerta del apartamento, cogió
una mochila del suelo y sin mirar atrás espetó:
- Al ascensor, espera a que llegue.
Asustado me quedé allí y tardé un par de segundos en reaccionar. Él dejó
la puerta del apartamento abierta y miró hacia abajo. No vio rastro de ninguno
de nuestros amigos. Al menos eso me pareció.
No grito. No les llamó. No sabía porque no lo hacía pero de repente no
pude hacerlo yo, tenía la lengua áspera y me coloqué dentro del ascensor, donde
las finas paredes no frenaban los alaridos y quejas de los asaltantes a nuestro
refugio, en el que ya nunca volveríamos a entrar.
Escuché un leve chasquido y Javier entró al ascensor rápido pero
sigiloso. Cristian entró tras él, agitado, respirando de forma ruidosa. Casi le
doy un puñetazo creyendo que era una de esas cosas, pero él ni se inmutó.
Introdujo una llave en el panel y nos dirigimos en silencio hasta el garaje.
"Vale", acerté a decir sin saber que pese a tener
la lengua como una suela de zapato tragaba saliva. Tardamos una eternidad en
llegar abajo mientras los gritos de los antes humanos se ahogaban tras las
amparas de madera.
- Ahora en silencio. Veamos si tenemos suerte –aseveró
Cristian con total convicción-.
No contesté. La puerta del viejo ascensor se abría y bloqueó la puerta peatonal atando la goma del extintor que había junto a la puerta al pomo de la misma. Accedimos al garaje muy despacio y recordé que en mi bolsillo izquierdo llevaba una pequeña linterna. La extraje y la encendí mirando al fondo del garaje. Ninguno portábamos armas. Entonces divisamos una sombra justo por detrás del coche, que estaba estacionado allí desde que volvimos del supermercado. Nos miramos y nos escondimos detrás de un pilar. Sin movernos, esperando.
- No tenemos mucho tiempo antes de que derriben la puerta. –Dije en un tono más alto de lo que me hubiera gustado.
- Ya, no sé qué hacer –dijo Javier más bien gesticulando.
Me había sacado de una muerte segura entre decenas de zombies y ahora nos atrapaba sólo uno. Se me ocurrió una idea simple.
- Escucha, le distraes y yo arranco el coche, te subes y nos vamos.
- No veo otra opción. Hagámoslo.
Cedí mi linterna a Javier y salió de nuestro escondite encendiendo y apagando la linterna, casi sin ruido. Pensé que era una suerte que fuera tan inteligente, así los zombies de la escalera no se alertarían, aunque no tardarían mucho en encontrar la puerta que les conducía directamente a nosotros en aquel angosto y lúgubre espacio. De repente se escuchó una voz bajita, casi un susurro:
- ¿Qué mierda hacéis?
Era Paco. No había duda. Nos quedamos callados, impresionados.
- ¿Y Arturo? –pregunté.
- Me salvó la vida. Gracias a él pude descolgarme por el espacio de la escalera y llegar hasta aquí.
- Pero si estaba cerrado, ¿Cómo la abriste?
- Cuando rastreamos los demás pisos encontré unas llaves y me las quedé. He vuelto a cerrar, pero no sabía si había hecho bien. –comentó con una naturalidad propia de aquel momento.
- Bueno, ya está hecho. ¿Estás seguro de que Arturo no ha sobrevivido? –dije yo para cambiar de tema y para que Javier cambiara esa cara de enfado.
- Completamente.- Contestó Paco sin dejar espacio.
- Subid al coche. Esperaremos a ver qué podemos hacer -acerté a decir.
Habíamos dejado el coche abierto con la llave en el salpicadero por si algo de esto ocurría así que me coloqué al volante y mientras mis amigos entraban en silencio, intentando entender que uno de nosotros ya no estaba. Con suavidad alcancé la llave y mientras suspiraba, la introduje y el motor comenzó el breve proceso de ignición. La música de la radio sonó como un estruendo, tocando los primeros acordes de una vieja canción de Pearl Jam.
Era Paco. No había duda. Nos quedamos callados, impresionados.
- ¿Y Arturo? –pregunté.
- Me salvó la vida. Gracias a él pude descolgarme por el espacio de la escalera y llegar hasta aquí.
- Pero si estaba cerrado, ¿Cómo la abriste?
- Cuando rastreamos los demás pisos encontré unas llaves y me las quedé. He vuelto a cerrar, pero no sabía si había hecho bien. –comentó con una naturalidad propia de aquel momento.
- Bueno, ya está hecho. ¿Estás seguro de que Arturo no ha sobrevivido? –dije yo para cambiar de tema y para que Javier cambiara esa cara de enfado.
- Completamente.- Contestó Paco sin dejar espacio.
- Subid al coche. Esperaremos a ver qué podemos hacer -acerté a decir.
Habíamos dejado el coche abierto con la llave en el salpicadero por si algo de esto ocurría así que me coloqué al volante y mientras mis amigos entraban en silencio, intentando entender que uno de nosotros ya no estaba. Con suavidad alcancé la llave y mientras suspiraba, la introduje y el motor comenzó el breve proceso de ignición. La música de la radio sonó como un estruendo, tocando los primeros acordes de una vieja canción de Pearl Jam.
Mola =)
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