Hoy he vuelto a retomar la vida de
ascetismo y austeridad que me propuse llevar el día que tuve la
revelación por la cual me dedicaría de pleno en la búsqueda activa de zombies en tierras suecas. He vuelto a mi parapeto glacial y
remarco lo de glacial, pues he batido un récord personal. Desde que
estoy aquí, jamás había visto el mercurio tan bajo como hoy. El
frío era tal que durante mi rutinaria escapada matutina por los
fríos páramos que rodean mi refugio en busca de pruebas acompañado
de mi fiel reproductor mp3 -soy todo un nostálgico-, no atinaba
a colocar los auriculares en las orejas, pues orejas y manos estaban
completamente insensibilizadas. Todos los salientes faciales eran
meros elementos decorativos en esa terrible situación.
El frío sería el handicap más
preocupante de mi cruzada personal, si no fuera por los
inconvenientes inesperados que hacen de tu misión una auténtica
pesadilla. Uno de los propósitos que tenía en mente cuando decidí
volver a España por un par de semanas, era hacerme con provisiones,
principalmente de comida. Con lo que no contaba era con la edad de mi
frigorífico y con su malévola intención de decidir dejar de
funcionar justo cuando traía toda una maleta llena de carne. No
puedo comer toda esa cantidad de proteínas antes de que se eche a
perder, así que he decidido ponerme manos a la obra y arreglar el
frigorífico por mi cuenta, para lo cual he de aprender algunas
nociones de mecánica básica, lo que supondrá más retrasos en los
planes previstos. Esperemos que esto sea visto en el futuro como una
inversión más que como una pérdida de tiempo.
Me temo que es todo lo que puedo
añadir. Hoy no hay nota de color, hoy no hay documentos gráficos
que atestigüen y den crédito a mi misión. No obstante con la
entrada de hoy quisiera que tuvierais en mente una cosa: la efímera vida de los electrodomésticos. Los dependientes de esas grandes
superficies que todos conocemos te venden auténticas motos por una
miseria, máquinas perfectas de bajo consumo, pero esas máquinas que
aparentemente son diseñadas para hacernos la vida más fácil tienen
los días contados y su perecedera vida está perfectamente
controlada por algún tipo de mecanismo deliberadamente diseñado
para que llegue a cero justo cuando más dependes de la máquina en
cuestión. No quisiera ni mencionar los receptores de TDT, por no
hablar de las impresoras.
Resulta casi gracioso verse en semejante situación cuando a menos de un metro a través de la pared se alcanzan temperaturas que mi frigorífico jamás logrará imaginar en caso de que vuelva a la vida. ¡Divina Providencia, cuan amargo es tu humor!
Por todo lo mencionado, mantened
vigiladas vuestras espaldas, si, hoy también, al fin y al cabo hasta la tostadora más fiel puede dejarte tirado a las primeras de cambio.
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