Mi hermano, Alan, tiene 6 años. Desde que nació, su
principal característica fue su fuerte e impulsivo carácter. Traducido en un
niño de su edad: incontables rabietas, desgarradores llantos, e incluso lluvias
de puñetazos cuando algo no marcha como a él le gustaría. Ni mis padres ni yo
hemos sabido dominarlo, hasta el punto que, muchas veces, hemos acabado
encerrándolo con llave en su pequeño cuarto como solución. “Es un crío, ya se
le pasará”, pensábamos mientras golpeaba la puerta. Sin embargo, hoy, precisamente hoy, todo es diferente.
Ya no hay luz en casa, un ático. Hace días que no me alimento bien y no sé qué hacer. Desde que aparecieron ellos… Sí, ellos tienen la culpa, los muertos vivientes, o así los llaman, aunque a mí me siga pareciendo una locura. Las noticias que llegaban por la televisión no ofrecían dudas: “Los muertos se levantan y atacan a los vivos”. Lo peor es que los vivos, tras ser atacados, mueren y reviven como uno de ellos. Es espantoso. Yo mismo vi cómo, hace unos meses, de vuelta a casa, una horda de esas cosas nos atacaba a mí y a mis amigos. Insensatos nosotros, en la calle cuando todo estalló, incumpliendo el maldito toque de queda. Me libré, me libré como un cobarde. Salí corriendo hacia casa, entre un tumulto de gente que huía despavorida.
Ya no hay luz en casa, un ático. Hace días que no me alimento bien y no sé qué hacer. Desde que aparecieron ellos… Sí, ellos tienen la culpa, los muertos vivientes, o así los llaman, aunque a mí me siga pareciendo una locura. Las noticias que llegaban por la televisión no ofrecían dudas: “Los muertos se levantan y atacan a los vivos”. Lo peor es que los vivos, tras ser atacados, mueren y reviven como uno de ellos. Es espantoso. Yo mismo vi cómo, hace unos meses, de vuelta a casa, una horda de esas cosas nos atacaba a mí y a mis amigos. Insensatos nosotros, en la calle cuando todo estalló, incumpliendo el maldito toque de queda. Me libré, me libré como un cobarde. Salí corriendo hacia casa, entre un tumulto de gente que huía despavorida.
Pero no hay forma de escapar, están por todas partes. Hasta
entraron en casa, ¡en un ático! Fui testigo de cómo mis padres se suicidaron
tras ser mordidos para evitar convertirse en uno de ellos. Joder, aquello fue
duro, muy duro. Maldita ciencia ficción barata hecha realidad. Ellos no se
merecían ese final. No, mis padres no.
Y aquí sigo, encerrado en este pequeño cuchitril al que un
día llamé hogar para protegerme de algo a lo que todavía no le encuentro sentido.
He recogido algunas cosas para salir de este lugar. Nada, lo imprescindible
para sobrevivir unos días hasta encontrar algún jodido ser humano vivo. Alan
sigue en casa conmigo. Desde el salón escucho cómo golpea la puerta de su
cuarto mientras chilla, como suele hacer siempre que lo encerramos. La diferencia
es que, ahora, los golpes son más fuertes, y sus demenciales gritos parecen
surgir de las profundidades del averno, como si portara al diablo en sus
entrañas.
Me marcho de aquí. No me
atrevo a entrar en su habitación, aunque, bien pensado, da lo mismo. Es
un crío, ya se le pasará.
Relato escrito por Armageddon, miembro de Spoiler Zombie
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