El día de hoy ha dado señales de vida de una forma violenta como pocas veces he visto a lo largo de mi vida. Apenas he podido dormir durante la noche debido al ruido infernal de la tormenta que ha cubierto de nieve la zona. La mañana ha dejado al descubierto todo el bosque a mi alrededor pintado de blanco, algo nada común a los ojos de un nativo del sureste español.
Durante esta semana he estado familiarizándome con el entorno, intentando salvar las taras de mi refugio, comprando provisiones y despejando el perímetro, pues he de procurar permanecer en un enclave suficientemente oculto, pero a la vez que me permita mantener la mayor área posible bajo control visual.
Desde mi posición puedo mantener vigilado un radio de casi medio kilómetro, suficiente distancia para poder poner en práctica un protocolo de emergencia en caso de que fuera necesario. No obstante, mi propósito aquí no es permanecer en la sombra y esperar a que aparezcan. He de salir allí afuera, hacer el trabajo de campo necesario para lograr interceptar, grabar o incluso, por qué no, capturar un ejemplar de zombie como prueba irrefutable de la existencia de estas criaturas.
Es por ello que estoy trazando un plan consistente en entrar de lleno en la boca del lobo. No obstante, me temo que eso tendrá que esperar. La situación fuera es terrible. De hecho, el frío pugna por salvar los resquicios que mi refugio deja al descubierto para hacer mella en el microclima que procuro mantener. Las provisiones son abundantes, pero las condiciones rozan peligrosamente lo paupérrimo.
¡Pero qué demonios! Nadie dijo que esto fuera a ser fácil, sino más bien todo lo contrario. A veces me dejo llevar por el burgués acomodado que todos llevamos dentro. Aunque he de reconocer que hay algo que me socava, un detalle que está minando mi ánimo cada día que pasa: las cucarachas. Las cuento a decenas cada día. ¡¡Las tengo por todas partes!! He probado con todo: insecticidas en spray, trampas insecticidas, insecticidas físicos o alpargáticos... pero nada, siempre consiguen ganarme el pulso. Algunos dirán: “Menudo cazador de zombies estás tú hecho, que te dan miedo las cucarachas...” ¡Pues sí!, ¡Y no me da miedo reconocerlo! ¡Les tengo pánico!
Pero no puedo dejarme llevar por las manías y aversiones secundarias. Estoy aquí por algo mucho más importante. No puedo permitir que las cucarachas que aparecen en mis sueños debiliten mi ánimo. Soy un científico, alguien que va a desentrañar uno de los misterios sin resolver y que, sin embargo, habita en el inconsciente de todos nosotros. Por ahora sólo hay unos cuantos cadáveres de blátidos, pero aún es pronto.
Ya lo dijo Henri Barbusse: “Creo, a pesar de todo, en la victoria de la verdad”... Bueno, no se si está bien empleada del todo en este contexto, nunca he sido muy bueno con las citas, pero todo el mundo pone una en sus escritos, ¿no? Siempre queda bien... bah, yo qué sé.
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