martes, 7 de febrero de 2012

Cuaderno de Zombitácora IX: Apocalipsis en dos dimensiones

Para aquel que haya leído “ZOMBI – Guía de supervivencia” de Max Brooks sabrá bien a qué me refiero cuando digo que mantener la serenidad en situaciones extremas, como puede ser una invasión zombie, es tanto o más importante que contar con un arsenal de armas competente en tu escondite. Los alaridos, los pasos tambaleantes y el hedor que puede venir desde no más allá de tu puerta puede acabar desquiciándote, pues no deja de ser solo una puerta, con los pocos metros que ello comporta hasta ti. Por eso, insisto, es esencial mantenerte ocupado durante el periodo de resistencia o defensa, ya sea activa o pasiva. Si tienes la oportunidad de aprender nociones de medicina, primeros auxilios o incluso mecánica (véase C de Z: Malditos electrodomésticos), tendrás mucho camino resuelto en caso de emergencia, no obstante siempre puede haber lugar para el entretenimiento.

Como bien sabréis, aun no he encontrado indicios palpables de la existencia de zombies en este lugar, no me devuelven la pelota e intento estar preparado para algo que se resiste a salir a relucir. No obstante, mi situación es similar a la de cualquier persona parapetada para evitar ser engullida. Estoy solo y en ocasiones las horas se hacen eternas, aun con las posibles salidas al exterior de cierto interés que tengo a mi alcance (véase C de Z: F5 tocado y hundido) .

A tal efecto, Max Brooks recomienda celebrar periódicamente concursos de talento. En fin, ya sabéis lo que les gusta a los yanquis estos los concursos de talento... aun así creo que en mi circunstancia sería un tanto inútil y asimismo ridículo, porqué no decirlo, celebrar un concurso de talentos... no se, llamadme suspicaz, pero lo veo... ¿aburrido? En cualquier caso, la coyuntura pide a gritos una vía de escape a la presión que siento aquí metido. ¡Maldita sea! ¡Hasta se me ha pasado por la cabeza ponerme en manos del vil onanismo! Demasiado frío... Porque la posibilidad del calor humano se hace remotísima: hace más de tres días que no veo ninguna mujer a dos kilómetros a la redonda, y aunque la hubiera... ¿os he hablado alguna vez del falso mito de las suecas y su supuesta ligereza de cascos? Ya os hablaré, ya.

De manera que, puesto en semejante brete hice memoria y recordé algo, un juego de la infancia que no podía ir más al pelo. El nombre es “Zombies Ate My Neighbors”. No más “House of thedead”, no más “Left 4 dead” ni “Dead rising”. Dejad a un lado las incontables versiones de “Resident evil” y hagamos un hueco a la nostalgia. Miremos un ratito hacia atrás para volver a paladear ese caldo de cultivo de píxeles que en su momento y, en ciertos momentos ahora, satisficieron nuestra primigenia sed de sangre. Os voy a hacer un review, siempre he querido hacer el review de un videojuego y esta es la ocasión perfecta. Allá va.


ZombiesAte My Neighbors” surgió en el año 1993 de la mano de Konami y LucasArt, esa productora que antes se sacó de la manga juegos tan elementales como Maniac Mansion (1987) o más tarde la saga Monkey Island. El juego destaca por la versatilidad y por las sorpresas que con las que va obsequiando al jugador con el paso de las horas, pues no solo de zombies vive el juego: hombres lobo, vampiros, descomunales muñecos poseídos, Drácula, el monstruo de Frankenstein o un asesino con máscara (clara alusión al archiconocido Jason Voorhees, a modo de guiño al género) y demás “cafrerías”.

El objetivo consiste en moverse por varios escenarios que comprenden desde el jardín de un vecindario normal típico americano con sus setos fronterizos, sus piscinas y sus barbacoas, rescatando a todo aquel que encuentres a tu paso y evitando ser alcanzado por cualquier tipo de criatura, tarea que se va haciendo más y más difícil a medida que avanzas por los 55 niveles con los que cuenta el juego hasta hacerse casi desesperante el zafarse de la ingente cantidad de bichos que salen a tu encuentro.


Otra de las razones por las que merece la pena jugar a este juego es por la más que nutrida variedad de armas con las que cuentas para lograr derrotar a todos los enemigos que salen a tu paso, y no son para hacer bonito, pues cada uno solo puede ser derrotado por un tipo de arma. A esto se le une que no es necesario rescatar a todos los vecinos de un escenario, sino que basta con rescatar al adecuado, dato que obviamente desconoces, para convertir un juego con una premisa básica en algo digno de merecer tu atención.

En el aspecto visual, no estamos ante nada del otro mundo, sencillamente un juego de la era de los 16-bits. Pero por otro lado consta de un colorido y un apartado de sonido más que decente, logrando penetrar sus temas en lo más profundo de tu cortex prefrontal para no salir de allí jamás, o por lo menos permaneciendo un buen tiempo. ¡Hasta logró sacar de la cama a los censores! Los de Nintendo se negaron a que apareciera sangre en sus juegos, reprimían la muerte, como en Tintín o Asterix... malditos hipócritas, ¡la sustituyeron por un líquido púrpura! Y en países como Reino Unido, Italia, Francia, España y Alemania se llegó a cambiar el título para quedar solo como “Zombies”, mucho mejor, donde va a parar. No querían que los niños de sus amadas patrias crecieran con instintos asesinos en 16-bits. Hubiera sido terrible, apocalíptico.


En definitiva, un buen juego que satiriza de buen rollo el género zombie y el cine de serie B de forma adorablemente grosera para pasar el rato y recordar tiempos mejores en momentos de crisis, sea de la naturaleza que sea esta. Pero con esta entrada no quiero quitar peso al objetivo básico y fundamental de nuestro ascetismo voluntario en pos de la supervivencia... esto... mmm... esperad, que guardo la partida... ya, está: mantened vigiladas vuestras espaldas.


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