miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cuaderno de Zombitácora XLIII: James Lazarus, levántate y anda

Portada de Lazarus. Juan Ferreyra y Diego Cortés
Las referencias bíblicas abundan en el mundo del cómic. Esa terrible retahíla de truculentas historias que es la Biblia, ha dado pie a numerosas historias y referencias recurrentes que hemos adaptado a la vida diaria en mayor o menor medida y casi inconscientemente. Por eso cuando llegó a mis manos un cómic bajo el título "Lazarus", automáticamente apareció ante mi la oportunidad de una nueva página para la Zombitácora. Los precedentes y la coherencia de los autores no fallaron y pude disfrutar durante la hora siguiente de una miniserie digna de mención en este blog. ¿Que no sabéis de qué va todavía? Venga va... ¡Lazarus! Resurrección, ya sabéis.

"Ay, Inhumano, pero es que un zombie no es el fruto de una resurrección en el sentido estricto de la palabra". A ver, si un tipo está muerto y al rato o al tiempo está tomándose una caña en el bar de la esquina... llámame inconcreto, pero yo a ese lo meto en el saco de los zombies. Jesús y Lázaro: todo lo mismo. ¡Cristianos del mundo, estáis alabando a un zombie!

Buff, vamos al meollo de la cuestión antes de que acabe diciendo alguna barbaridad. "Lazarus", fichaje de Image Comics, como parte de la firma Shadowline de Jim Valentino. ¿Preparados?



Página interior. Primer tomo. Juan Ferreyra y Diego Cortés
 En efecto, el título de la obra es el nombre del protagonista, James Lazarus, un tipo atormentado en sueños con la imagen de la muerte, hasta que un día lo que no había pasado más allá de su dormitorio y su almohada se convierte en realidad. La desgracia cae sobre él el fatídico día en que es atacado junto a su novia por unos desconocidos uniformados. Es entonces cuando emprende una cruzada particular por averiguar quien le persigue y cuales son sus motivos.

Si, vale, no es un zombie al uso. No es el descerebrado ambulante típico al que todos queremos aquí, pero un personajazo así bien merece una entrada.

Sin duda, el guionista Diego Cortés (Elvisman) abre una brecha de una profundidad casi insondable. Un principio argumental semejante favorece un sinfín de posibilidades, y quizás haya sido esa una de las razones por las que me haya parecido excesivamente corto. La historia se cuenta colina abajo sin frenos, no te da tiempo a respirar, pues como ya he indicado al inicio de la entrada, se trata de una miniserie, con tres tomos en particular.


Juan Ferreyra (izquierda) y Diego Cortés. LaVoz.com.ar






Quizás sea esta una de las pocas pegas que le he encontrado a la obra, pues ese ritmo provoca que algunos intervalos entre escenas resulten algo inconexos y no ayude demasiado al mantenimiento de una trama sólida. Aunque bien es verdad que, dado mi carácter insaciable en lo que a cómics se refiere,  puede que haya desvirtuado la calidad del que nos estamos ocupando. En cualquier caso, insisto en que es un tema con grandes posibilidades que me da la sensación de no estar todo lo explotado que pudiera. Otra de las bondades del cómic es la forma de presentar al personaje principal. Aunque para el lector se huela desde el principio la condición de James Lazarus, la información se administra con cuentagotas manteniendo en secreto la totalidad de la intriga, cosa que iguala al lector y al protagonista en la búsqueda de la verdad.

El dibujo y el aspecto técnico requiere una mención aparte. Juan Ferreyra (Rex Mundi, Small Gods) hace un trabajo estupendo. Aunque se aparta de la vertiente realista y cruda seguida en sus últimas obras, con Lazarus nos ofrece escenarios repletos de sombras y perfiles algo menos marcados y más plásticos, sin perder con ello el dramatismo de las escenas clave. Y siguiendo con la tónica habitual de estos análisis, vuelvo a destacar un par de puntos que me han sorprendido muy gratamente: los planos amplios. En un par de ocasiones a lo largo de los tres números de los que está compuesta la colección, los artistas nos ofrecen unas viñetas de un fondo que tira para atrás. El lujo de detalles y el juego de sombras no solo no riñe con la profundidad de la imagen, sino que la acompaña a la perfección.

Segunda portada. Primer tomo. Juan Ferreyra y Diego Cortés
El mundo de la genética, como en tantos otros trabajos (no solo en el mundo del zombie, sino en el cómic de ficción en general) juega un papel importante aquí, solo que en este caso es demonizada casi hasta la obsesión. Con afortunados destellos de "Un mundo feliz" y "Gattaca", el guionista nos muestra el mundo de la genética como una fuente de preocupaciones sobre el que está asentada toda una cúpula de amenazante secretismo. Si bien estos puntos de vista pueden deformar en ciertos momentos la imagen de dicha ciencia, ya de por si denostada por algunos sectores de la sociedad, aquí se la enfrenta al mismo tiempo con la religión. Si, también entra en juego, aunque de manera un tanto fugaz, una faceta religiosa. Si cuando digo que este argumento es una mina, es por algo.

En definitiva, un cómic digno de ser citado y que no defraudará a nadie. Puede que a algunos deje un tanto deseosos de más material, ¡pero qué demonios!, lo breve si es bueno...

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