martes, 24 de noviembre de 2015

Síndrome de Cotard: El cerebro como puente entre la vida y la muerte.

En alguna ocasión os hemos hablado de drogas que inducen un estado de euforia y sensación de invulnerabilidad que han saltado a los medios de comunicación con nombres tan llamativos como "droga zombie" o "droga caníbal" (¿Más zombies? Canibalismo en Maryland...). Pero en ocasiones el ser humano puede experimentar sensaciones similares sin necesidad de consumir ninguna sustancia alucinógena. No digo nada nuevo cuando afirmo que el cerebro puede jugarnos malas pasadas. Que el mundo como lo percibimos sólo es el constructo que nuestra consciencia hace de él. Todo lo que hacemos en el día a día va encaminado a garantizar la supervivencia de nuestro Gran Dictador, desde dormir hasta alimentarnos y, aunque complejísimo, nuestro sistema nervioso es una maquinaria muy frágil que cuenta con muchos defectos: algunos de ellos curiosos y terribles a partes iguales.



El caso del que os voy a hablar en este post es un síndrome que tuve la ocasión de estudiar hace un tiempo pero del que por diversas razones (entiéndase "diversas razones" como "se me ha olvidado en repetidas ocasiones") no he hablado aquí. Se trata del llamado Síndrome de Cotard, que recibe el nombre del neurólogo francés y descubridor Jules Cotard y, para resumir, las personas que padecen esta afección rara creen que ellos, o partes de su cuerpo, ya no existen, creen estar muertos, estar sufriendo la putrefacción de sus órganos y en algunos casos pueden creerse incapaces de morir.

"Cuando estaba en el hospital no paraba de decirles que las pastillas no iban a hacerme mejorar, porque mi cerebro estaba muerto. Perdí mi sentido del olfato y del gusto. No necesitaba comer, hablar o hacer nada. Acabé pasando mi tiempo en el cementerio, porque era lo más cerca que podía estar de la muerte".

Estas duras declaraciones son las de Graham, un chico que en el año 2004 despertó un día y descubrió que... estaba muerto. Estaba en lo más alto de este síndrome. Tal y como refleja el grupo de Helen Chiu, del Departamento de Psiquiatría del Hospital Principe de Gales en Hong Kong, en el primer artículo en el que se reportó esta enfermedad como tal: los pacientes identificados con dicho síndrome cursaban también con depresión mayor. Graham también padecía depresión y había intentado suicidarse en alguna ocasión. De ahí que la administración de fármacos en fases tempranas de la afección puedan evitar la aparición de estos síntomas. Por eso los investigadores sospechan que el síndrome es excepcionalmente raro hoy en día.

"Es muy difícil de explicar. Simplemente noté como mi cerebro dejaba de existir". Los doctores se dieron cuenta de que intentar razonar con Graham era imposible. Aunque estuviera hablando, y respirando, no aceptaba que su cerebro estuviera vivo. Confundidos como estaban, lo pusieron en contacto con los neurólogos Adam Zeman (Universidad de Exeter, Reino Unido) y Steven Laureys (Universidad de Liège, Bélgica).

La mayoría de casos reportados del síndrome de Cotard se basan en casos aislados como el de Graham. Otros han acabado muertos por inanición creyendo que no necesitaban comer. Incluso los hay que se han intentado deshacer de sus cuerpos con ácido, puesto que a su juicio era la única manera de librarse de ser "muertos vivientes".

El caso de Graham no llegó tan lejos, pues lograba alimentarse. No obstante, en palabras suyas, su vida no tenía ningún tipo de aliciente: "No quería ver a nadie. No encontraba ninguna razón para hacerlo. No sentía placer por nada y todas las cosas en las que estaba interesado, desaparecieron".

La enfermedad incluso se ve reflejada en términos metabólicos, pues tras hacerle a Graham una tomografía encontraron que había zonas muy amplias del área frontal y parietal cerebral que presentaban una actividad metabólica comparable a la de una persona anestesiada o dormida. Estas zonas albergan los mecanismos por los cuales somos capaces de recordar el pasado, crear un sentido de uno mismo y permitirnos darnos cuenta de que somos los responsables de una acción. El bajo metabolismo de esas zonas podrían ser, a juicio de Zeman, el responsable de la percepción alterada del mundo y suya propia, pero con sólo una tomografía es muy pronto para hacer este tipo de suposiciones.
Comparación del metabolismo cortical entre el paciente con Cotard y un control.

"Aun hay muchas cosas que no conocemos sobre cómo definir la consciencia", dice Laureys. Como poco, casos como los de Graham nos ayudan a entender cómo el cerebro está implicado en la autopercepción y cómo esta puede alterarse. Afortunadamente, con el tiempo, mucha terapia y tratamiento farmacológico, Graham ha logrado mejorar y ya es capaz de vivir independientemente. "Su Cotard ha disminuido y ha regresado su capacidad para obtener placer de la vida", dice Zeman.

Tras experimentar una caída de su pelo drástica, Graham, que antes presumía de tener unas "bonitas piernas peludas", bromeó diciendo que ahora parecía "una gallina desplumada. Al menos ahora me ahorraré afeitármelas". "No puedo decir que haya vuelto a la normalidad, pero me siento mucho mejor ahora. Puedo salir y hacer cosas en casa. Ya no siento que mi cerebro esté muerto. Todos moriremos en algún momento, pero yo ahora tengo suerte de estar vivo".

La ciencia es el motor del progreso y a cada momento se avanza un pasito más hacia el conocimiento completo de nuestro funcionamiento y el del mundo que nos rodea. El problema, y al mismo tiempo la belleza del asunto, es que cuando se abre una puerta, dos puertas más esperan a ser abiertas, cada una de ellas con una cerradura más complicada que la anterior. De ahí lo crucial que es considerar la ciencia en toda su importancia y que reciba el crédito que se merece como representante de la inteligencia humana y su anhelo de búsqueda del saber, en lugar de vagar recibiendo donativos y encima tener que parecer agradecidos por quedarnos con las migajas de un sistema que sólo ve hasta donde le alcanza la nariz. Pero esa es harina de otro costal y carne de otro post.

Como diría una de las más brillantes mentes que ha dado este estado y para cerrar con la pasión que despierta las incógnitas que esconde nuestro cerebro, "Mientras el cerebro sea un misterio, el universo continuará siendo un misterio".

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